El estrés, por su parte, es un trastorno grave que se aprecia también en la epidermis.
El acné tardío, por ejemplo, afecta a mujeres de entre 35-45 años antes de su ciclo menstrual y es debido principalmente al
consumo de carbohidratos, cansancio y nerviosismo. Otro ejemplo es la urticaria, que puede ser una exteriorización emocional
de la depresión, enojo sin importar si la lesión cutánea tiene una causa química o física.
Por otra parte, las personas hipersensibles a las que les cuesta expresar sus emociones tienden a manifestar prurito o urticaria.
Además, la depresión o el dolor por la pérdida de un ser querido pueden suponer un caso de alopecia o psoriasis.
Es fundamental lograr un equilibrio entre lo mental y lo físico para disfrutar de una buena salud en general, pero especialmente
si nos preocupa prevenir enfermedades psicodermatológicas.
Al gestionar nuestras emociones de una forma correcta, podremos desarrollar una inteligencia emocional que nos permitirá ser conscientes
de nuestros sentimientos y comportamientos en todo momento y, consecuentemente, mejorará la calidad de nuestra piel.