Aparecen, sobre todo, en los pómulos y las aletas de la nariz, en tonalidades rojizas o púrpuras, aunque las rojeces faciales
son normales en algunos casos, sobre todo como consecuencia del frío en invierno o del sol en verano, si se convierten en
algo más o menos permanente y aumentan, provocando un efecto antiestético, es una afección más frecuente en personas
de piel clara, fina y sensible, al ser un tipo de piel que por sí suele ser más reactiva y se enrojece fácilmente. Asimismo,
afecta más a mujeres que a hombres y también existe una predisposición genética.
El síntoma principal de la cuperosis es la aparición de pequeños capilares dilatados que, en el rostro, forman una especie
de tela de araña con tonalidades rojizas, lo que se conoce como telangiectasia.
El enrojecimiento de la zona se debe a un aumento del flujo sanguíneo que se produce cuando se dilatan las arteriolas y las vénulas.
Estos pequeños vasos van perdiendo elasticidad y terminan quedándose dilatados, sin volver al tamaño normal.
Además, las rojeces y pequeñas arañas vasculares que aparecen en el rostro pueden acompañarse, en algunas ocasiones,
de sensación de calor y ardor en el rostro.
No es una afección grave de la piel, pero sí es importante establecer un diagnóstico y tratamiento lo antes posible para así
evitar que las rojeces se alarguen en el tiempo derivando en otras afecciones incluso psicológicas.