lic. maria maldonado

El acné suele convertirse en un aliado para aislarse y estar un poco a salvo, como si fuera una barrera protectora que le protege de lo más íntimo.

El/la adolescente con acné suele vivir replegado/a porque se cuestiona a sí mismo/a, no reconoce ni valora sus capacidades y talentos.

En la era de la imagen, el acné es un tema que merece la pena pensarlo.

El acné, concretamente ese que aparece en la etapa juvenil, puede guardar relación con esa ebullición de la sexualidad y los temores intrínsecos; 

esto es, el probable deseo inconsciente de protección e intimidad, la búsqueda de eludir riesgos posibles o el intento de pasar desapercibido para no atraer el peligro.

Por su inseguridad y fragilidad, tienden a recluirse y por ello se aleja de los demás. Al fin y al cabo, el alejamiento y la soledad le proporcionan 

una zona de confort donde no existe el riesgo de tener que afrontar, desde la inseguridad y a cara descubierta, el posible rechazo.

La etapa propicia del acné se difumina cuando el joven descubre que existen en la vida otras cosas más importantes que el aspecto físico y que éste es, 

en definitiva, irremediablemente volátil y cambiante. Así mismo cuando se da cuenta de que la aceptación por parte de los demás no siempre depende, 

ni mucho menos, de su apariencia física; que hay otros valores y capacidades a los que previamente no había prestado la atención debida, 

pero que definen su personalidad, delinean su identidad y, por ende, le otorgan más atractivos.

Nada es para siempre en lo físico, mientras tanto puedes hacer mucho por el aspecto de tu piel y por diseñar tu estilo de vida.